LIDIA DE CADAQUÉS es el nombre que veo sobre la sinuosidad del mar y ante tus pies de barro. Sé que le acompañabas cuando morías de ti. Y ahora descansas de la memoria. Todo se agrume en la voz del pintor que supo recitar sobre la piel. Si ese sueño fuera surrealista entonces esa memoria es el polvo de Portlligat que te tiene para su gloria en el nudo de las paredes. Siempre escribo con minúscula tu sensualidad y me educa en la mística del pincel. No pude poseer tus sueños pero tu trazo penetra cualquier sentido de pureza. Así logro imaginar que tu vientre suda por los labios del incesto.
EL CORTEJO DE esta enfermedad medieval alcanza mi rostro en el fallido intento de la mirada. Tus movimientos quieren que seas un trozo intangible del deseo que se entrega al desgarro de mis ojos. Y eso no te produce el más mínimo dolor, pero nadie pone en duda de que tu enfermedad se prolonga como el placer. Poco antes debo tomar este libro, leerlo, y dejar que la ciudad muera detrás de ti, reposando del otro cuerpo.
OÍR LA CAÍDA de los yerbazales en el silencio de la ciudad.
ESTA CIUDAD metida en la noche padece de su ritmo por tu apego sentimental hacia las formas. En su sitio te encuentras con el desprecio emocional de los cuerpos. Sabes que lo que acabo de decir es una ironía del placer. Descuida, han desavenido sobre su víctima el beso que ahora te penetra como si el gesto fuera un acto de Dios. Y lo es. Cada transeúnte se despide del vértigo, se despide de tu voluptuosa permanencia. Nadie les mira, arrastrados por la tarde, no tienen tiempo para más nada.
Del libro ESE ANIMAL QUE ENGAÑA MI VIENTRE
1ª. edición, mayo de 2012 Colección: Faisán. Ediciones Presagios. México.
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PAUL GAUGUIN en un presagio suave y dulce
como el ojo de tu madre.
Y tú con la piedra de su escándalo,
en una soledad de los espejos benévolos
de la cura emocional. Ni Copenhague ni París
están en la silueta de un velado viaje a la
soledad de la miseria de tu pincel sordo y crudo
en un mundo arcaico y secreto de Teha’amana,
del espíritu que piensa en las formas cenias
de tus acuarelas, ritmos, rostros de signos
curvos por el final de tus fuerzas.
O voluptuosos al límite también de una sabiduría
y de un Taití rumiante de aquel escándalo.
Se burlan de ti porque sus dioses no están
en el corazón gris de Europa, cuyos
desnudos en nada se parecen al catálogo
de la muerte como celebración.
Y el dejo de las Islas Marquesas,
donde tu talento no es
ahogado por los negruzcos lienzos del pasado.
Aquel presagio de la Polinesia, en cambio,
devuelve la historia de los colores.
Y tú, como dices, serás algo grande en las manos
de los otros.
Y tú, no eres Van Gogh del cielo amarillo,
donde los espíritus de los muertos no velan a nadie.
O cantas las resonancias de las formas y del sexo
como lenguaje de los sueños y la naturaleza
eterna que los ojos mudos no ven:
Y tú, no ofendiste a Dios, sino que le sonreíste.
En mil ochocientos cuarenta y nueve naciste, eso sí,
en mi corazón: esa cabaña, el país que quiero.
Y tú, Paul Gauguin, vives.
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ALGUIEN me lastima
en el cuerpo del otro
para este hundido resto que soy.
Hasta amarte por separado
de la luz que se revienta
sobre mi sueño,
lidiando en el tallo de tu sexo,
como este proverbio del reflejo
que se yergue de lo eterno
cuando te excitas con la idea
de lo sagrado,
de saberte morir
en un abrazo anegado y disuelto.
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EN LA COMISURA del mar,
donde las palabras
salvan la sierpe de tus dedos,
aprendí a ver hacia adentro
ese patio que se arrinconaba
en mi reino de pájaros,
pero eran inocentes
de mi crueldad
cuando recorrían con vuelo
mi voz de mando
que un niño puede decretar
de su retiro, como una higuera
metida en el llanto,
sufre por no extender
el muro de su eternidad
y me arranca el aliento
en un lugar común de este verso.
Del libro SUELE VESTIR DE SOMBRA
Colección Voz Aislada. El Taller Blanco Ediciones. Cali, Colombia
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A Ana Ajmátova
En este mundo la belleza es común
Jorge Luis Borges (Elogio de la sombra)
Me morderán los labios de tu muerte
por recibir su desagravio,
esta parte de la tierra que se hunde
al olvido de los cuerpos.
La caída tiene rostro humano
porque el labio marca el puñal abstracto
de su belleza.
He encendido su rostro secreto
que no ha llegado a mi cordura,
brindo entonces en la oscuridad de otro pecho
cuando el recuerdo no existe
sino el deseo
sobre su muro bramido.
Me morderán los labios de tu muerte
afuera de la noche
y sabré de tu acento travestido por los años.
Nacida en Odessa haz muerto en el mundo
cuando se ha doblado la ciudad
que nos separaba.
A Emily Dickinson le debes el ardor de tus manos
porque la noche escupe dentro del ave
como esfinge sobre la piel
y el amor tendrá nombre de mujer.
Hasta el temor del destino broquela
la escritura de esa mañana
para besar los pedazos de tu cabeza
que me niegan
aquel instante del respiro
cuando todos los hijos son moribundos
de la verdad.
El nombre de tu escándalo es voluptuoso
en la boca de los años.
Después del beso sobre el féretro
volvemos al mismo lugar
de la ruina.
La ruina, tu beso heterodoxo de la homofobia.
La vigilia se detiene por el canto de Dylan
donde William Blake ha cegado al aire.
Los cuerpos no regresan
—convéncete—
por los excesos que llevan a la sabiduría.
Esta ética de la voz que se escribe en
el seno oscuro de la niña.
La niña, el rostro de tu viril protesta
que se agolpa con astucia
sobre las multitudes de tus canciones,
cuando cantaste arriba de Kerouac
después de su muerte,
donde aprendí amar a los cuerpos.
¿Sabrán de ti que los ídolos no existen
en el coito de tus labios?
Y legitimaras el afecto de su semejanza
por su belleza común.
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La memoria me borra de sus labios,
donde los fenicios vierten el continente
en la resonancia del miedo.
El día es oscuro por voluntad del odio
—todos lo saben—,
cuando respiramos sobre la voz del mar.
Sin saber del golpe que sacude,
de tu hondo apagar la sangre,
arriba en lo desconocido del risco
y sobre las puertas del inconsciente.
Quizás sus recuerdos le hayan abandonado.
Ignoro su honda permanencia
en la ciudad que me engaña
como a una mujer,
donde la piel se ajusta
a la blanda sombra de su espejo
y esta sangre se escurre por la vida
desde la ansiedad de sus amantes.
Al ser recibido de una población asolada
como el jardín de una realidad,
siempre abstracta y albedrío
por un gris eterno de tus restos.
La belleza tiene ese saludo que desprecio
porque el cielo se harta de los que mienten.
La ciudad, otra vez la ciudad, no descubre
dos cosas iguales en un poema de los muros.
Has venido para recordar que tu reino ha sido perdido
en el extremo de un Oriente
que nadie conoce por su nombre de Dios.
En la cima de ese viaje, al paso de hierro, sonríes
sobre la historia de la noche cuando repito el título
de esa escritura persa que te olvida.
Mi corazón es un alfabeto inclinado al que nadie acude.
La noche, ajena a todo, escupe dentro del ave
como esfinge sobre la piel.
Repito el verso hasta el libro
por la incapacidad de mi escritura.
La noche, sigue allí sin las palabras.
La noche del olvido es silente sin tus manos
como un punto dibujado en el desamor.
Del libro SOY UNA HERIDA QUE SE DEJA ATENUAR
Premio III Bienal Abraham Salloum Bitar. bid & co editor
JUAN MARTINS. Poeta y dramaturgo. Escritor. Magíster en Literatura Latinoamericana (UPEL). Crítico Teatral con trayectoria internacional. Director de la revista de Crítica Literaria y Teoría Teatral «Teatralidad». Editor. Destacado con varios premios. Como investigador es coautor del libro «Análisis de la dramaturgia venezolana actual» (2017). España, Ediciones Antígona, S.L., bajo la dirección de José Luis García Barrientos y coordinado por Leonardo Azparren Giménez.. Ha recibido también el premio «Mejor dirección» con el espectáculo Mariana de José Ramón Fernández e interpretado por la actriz Mirla Campos en el «III Festival Internacional de Teatro Clásico Adaptado 2012. Argentina». Publicado «Ese animal que engaña mi vientre» Ediciones Presagios (2012), México. «Él es Vila-Matas, no soy Bartleby» (2014), «El delirio del sentido, ‘desde una poética del dolor y otros ensayos’» (2014), «Novelas son nombres, ‘ensayos inexactos’» (2016), «De qué hablo cuando hablo de Murakami» (2016) son sus libros de ensayos publicados en Ediciones Estival, Venezuela. Galardonado con el «Premio III Bienal de Literatura de Poesía Abraham Salloum Bitar (2018)» por «Soy una herida que se deja atenuar», editado por bid & co. editor (2019). Habría que destacar su publicación «Gonçalo M. Tavares: el secreto de su alfabeto» (2019), patrocinado por la Fundación Instituto Portugués de Cultura y el Instituto Camões Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiros. Y su libro de relatos «El vuelo fractal de la mosca» (2020), bajo el aporte de Centro de Língua Portuguesa UPEL Maracay y al Camões, Instituto da Cooperação e da Língua de Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiros. Su poemario «Suele vestir de sombra» (2021) recién ha sido publicado en Colombia por «El Taller Blanco Ediciones».