Por Horacio Biord Castillo:
Los años se van contando como se cuentan las sílabas, los versos y las estrofas. Se suman uno a uno, no sin un ligero sobresalto, a veces con un ligero temblor, con una contrastante, paradójica y ambigua sensación de fugacidad y permanencia. Al principio contamos los años sin prisa. Luego lo hacemos de otra forma, con más parsimonia que apuro; pero el tiempo no nos espera. Va fraguando nuestros contornos, nos hace y deshace siempre de manera continua y paralela.
Como si fuera un deber escolar, sumamos los años con un ábaco de emociones. Hoy contamos diez veces, con los diez dedos de las manos extendidas, los años de vida y creación de Luis Beltrán Mago Gómez. Son cien años que se dicen como quien mira estrellas en la quieta piel del río vestido con su traje de noche, como quien va de a poquito y de pronto se percata de que ha seguido de largo con la cuenta y ha sumado mucho, pero no demasiado.
Muchos, en verdad, pero no excesivos, son los años de Luis Beltrán Mago. Contamos cien, como versos de estrofas que se alargan en un poema que es su vida misma. Cien años, un siglo entero, ¡oh Señor del tiempo y todos los hombres! Es un siglo, sí; un siglo que guarda la historia y la escritura de Venezuela y el mundo.
Cuando Luis Beltrán Mago nació aún vivía José Antonio Ramos Sucre y Andrés Eloy Blanco, pariente de Mago, ya había empezado a cosechar laureles. Rómulo Gallegos aún no había escrito La Trepadora ni Doña Bárbara y Arturo Uslar Pietri tampoco había compuesto Las lanzas coloradas ni Enrique Bernardo Núñez Cubagua, la historia ficcional de una isla alucinante, llena de bellezas e historia, muy cerca del lar nativo del hoy centenario Luis Beltrán Mago. El general Gómez miraba impertérrito las montañas y los valles del norte aragüeño. En la mayor parte del territorio de Venezuela no había luz ni carreteras, tampoco muchos automóviles y el petróleo era aún algo mágico que demiurgos de entreguerras manipulaban para moldear un nuevo tiempo. Los estudiantes de la generación de 1928, que tanto habrían de influir luego en la historia política venezolana, apenas entraban en la adolescencia y jugaban aún con hermanos, primos y vecinos porque Venezuela era todavía un país rural de amigos, compadres y parientes.
Poeta en una familia de poetas y escritor en un país que precisa ser escrito y fabulado para que pueda comprenderse, abogado y hombre de bien, intelectual y amigo, Luis Beltrán Mago ha tenido la bendición del Cielo de llegar a los 100 años. Parece mucho, o bastante al menos, para vivir y soñar, pero poco para querer y ser querido. Si algo caracteriza a Luis Beltrán es, precisamente, ese don de la bonhomía y la amistad, en especial si consideramos que ser “buena gente” es uno de los mandatos más sagrados y de las necesidades más urgentes e ineludibles de los seres humanos.
Cien años atrás, el 15 de enero de 1922, hace de hecho miles de lunas y puestas de sol, bajo miríadas de estrellas, en Cumaná, la ciudad primogénita y mariscala, como se deleitaba en referirla su apasionado cronista don Alberto Sanabria, nació Luis Beltrán Mago. Hizo allí sus estudios de primaria en la Escuela Simón Bolívar y de secundaria en el Liceo Gran Mariscal de Ayacucho. Llegó muy joven a Caracas, a estudiar Derecho en la Universidad Central de Venezuela, que aún funcionaba en la antigua sede del convento franciscano donde hoy está el Palacio de las Academias. En 1951 Luis Beltrán Mago se graduó de abogado y doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Luego hizo su carrera en la Fiscalía General de la República, organismo del que se jubilaría cumplidos los extremos legales para ello, y simultáneamente también ejerció la docencia en La Escuela de la Policía Técnica Judicial, entre 1984 y 1991.
Pero la gran vocación de Luis Beltrán Mago ha sido la poesía y la escritura, porque además de poeta ha sido ensayista y articulista. Escribe a diario y cualquier acontecimiento o vivencia le proporciona elementos para una recreación poética de la realidad y los sentimientos. En los últimos años, con el impulso de las circunstancias del país, su poesía también ha transitado los fueros de la denuncia y el compromiso con los valores civilistas y patrióticos.
Habla con frecuencia de los nuevos libros que ha de escribir, de las compilaciones que está realizando y de un misterioso personaje femenino. Se llama Gabriela, la grácil mujer que ha creado en su poesía, de su propia esencia o costilla poética, a partir de la idealización, síntesis y abstracción de muchas damas que el poeta ha frecuentado, imaginado o incluso deseado, en muchos aspectos.
Luis Beltrán Mago hace de sus versos un ejercicio vocálico de pausas y cesuras que a veces pudieran parecer arbitrarias, pero que responden a visualizaciones y percepciones de las realizaciones fonemáticas, la prosodia y la cadencia como componentes esenciales de la lengua poética. Si bien ha cultivado el verso libre, Mago ha hecho del soneto su expresión poética por antonomasia. Ama el soneto, busca el soneto, lo labra y probablemente piense y sueñe en sonetos a tal punto que acaso pudiera decirse que cumple cien años o un índice de 7,14 sonetos (100/14). Ha escrito, según su propia cuenta, más de cuatro mil sonetos, que por sí solos representan ya 56.000 versos.
La poesía de Luis Beltrán Mago se centra en el amor, el mar, las emociones, el vino, la amistad, el misterio de la vida, la literatura y la poesía misma, enhebrando esos contenidos y potenciándolos con imágenes. De esos ejes o manantiales brotan como arroyuelos innúmeros muchas corrientes temáticas que discurren reiterando el tema original o confluyendo con otros derivados de los ejes centrales de la poesía de Mago. Se trata de una continua celebración de esos temas, como debe ser la vida, expansión continua de la idea de ser en el amor, la armonía y el solaz que vienen a ser la luz vital. Por eso, en un poema titulado “la magia de la luz” (2021) el poeta Mago nos recuerda que “Lo iluminado de lo / luminoso / está en la luz que / pasa / como alumbrando / briznas”.
Luis Beltrán Mago, miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por su nativo estado Sucre, presidente fundador y miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela, entre otras instituciones de las que forma y ha formado parte, es sin duda uno de los poetas más activos y empecinados en el hacer escritural de Venezuela, y por supuesto uno de los más longevos que hayamos conocido.
Entre sus poemarios podemos mencionar Bajel hacia la estrella (1956); Sonetos a la isla (1956); Los pasos de la noche (1965); No es tiempo de callar (1969); Y había una muchacha (1973); Los eucaliptos miran hacia el sur (1976); Cartas intemporales (1980); Del mar donde nací (1985); Morada en el mar (1993); Presencia del aire (1994); Poemas devocionales (Catorce sonetos dedicados a Andrés Eloy Blanco) (1997); Canciones del amor y el viento (1998); Del agua y de la lluvia (1999); Poemas de enero (1999); Itinerario de la sombra (2000); El mundo de la piel (2005); Canto de amor por Cumaná (2011); El mar también lo sabe (2013) y Los ocasos de un poeta (2020). De igual manera deben citarse las plaquettes Sonetos a Caracas (1966) y 5 poemas para olvidar la tristeza (2012) así como la Antología esencial de Luis Beltrán Mago, publicada en Caracas por el Círculo de Escritores de Venezuela en 2009. Entre los ensayos destacan Biografía espiritual de Margarita (1957); Geografía emocional de Cumaná (1973); Andrés Eloy Blanco: Poeta de la pasión (1976); Antonio José de Sucre: Biografía apologética de una personalidad (1986).
En sus archivos reposan inéditos muchos poemarios y libros, en su mayoría ya concluidos, otros en proceso de elaboración, a los que dedica sus afanes cotidianos. Cuando escucho repiques jubilosos en mi teléfono, sé que es Luis Beltrán. Tras un afectuoso saludo pasa a comentarme, como a diario hace con muchos de sus amigos, que ha escrito un poema y que quiere leérmelo. Disfruto no solo la audición del poema, sino la emoción desbordante y evidente del poeta al leerlo y la alegría de saber que sigue activo, soñando, planificando, ejecutando la música de sus versos a tan venerable edad, acuciante ejemplo para continuar los laberintos de la existencia.
Que Luis Beltrán Mago siga viviendo y brillando mucho más y que su poesía nos alumbre el tiempo y los caminos, las incertidumbres y el porvenir.
Felices cien años, poeta.-
Barranquilla, 15 de enero de 2022
Horacio Biord Castillo
Escritor, investigador y profesor universitario
Presidente de la Academia Venezolana de la Lengua
Fuente: Reporte Católico Laico
Contacto y comentarios: hbiordrcl @ gmail.com
¡Felíz cumpleaños, Maestro!
Gracias por tanto!
Larga vida para usted.