Crónicas del olvido
La casa que nos habita
Por Alberto Hernández
1.-
Una casa es también un ser que respira.
Se respira la casa y con ella los objetos que la hacen. Quien la construye a diario con palabras es la misma casa en la textura de su lenguaje, y es habitable por sus distintos silencios o desgarraduras.
Carmen Cristina Wolf en su libro La casa que me habita, habla de la casa como si esta viviera dentro de ella. Y así es: la casa es memoria y paredes, risas y techo, tristeza y árbol en un patio, pero más allá de esos habitantes, la casa es un rito, una esencia que cambia con quienes la convierten en símbolo, en una metáfora del tiempo.
Es decir, la casa es la memoria.
Hay casas que permanecen. Casas que no mueren. Casas siempre plenas, abundantes en su habitación: se vive una casa y se revela como milagro.
Una casa, por muy perdurable que sea, muda de piel. La poesía hace posible que esa piel tenga la misma lozanía en la memoria. Capas de tiempos, el poema avizora la posibilidad de hacerla eterna en la genealogía, en la heredad.
Una casa es la gente que la habita. Pero también la casa se hace gente.
2.-
La mirada de una niña ve crecer la casa. Entonces el poema aparece, se despliega con sus diversos tonos. Una calle hace de testigo y se abren otras calles que no son nombradas, que se silencian detrás de las palabras.
“La ciudad era un lugar inmenso (…) mejor estar en casa bajo el árbol del patio// el vaivén del columpio y los juegos del perro/ la pelota de hule las muñecas”.
Esa mirada también crece, escribe la casa, el poema, se permutan. Son en tiempo.
Desde el afuera, desde el acento que se impone, cada lugar es un espacio donde habita el susurro, lo que habrá de ser el poema de la casa, la casa misma como ser vivo:
“las habitaciones lucen su juego de sombras”.
Los personajes que mueven cada objeto, que son los cimientos de la casa, trazan la memoria perdida, aunque la voz, también parte de ese juego de sombras, anuncia la distancia:
“A lo lejos la montaña/ lo imagina en aquella ciudad/ donde los días se vuelven interminables”.
Tutear la casa, hablarle: el poema dilata su eco, habla con su doble significado sensorial:
“habito tu silencio/ atravesable como el ojo del espejo”
3.-
¿Cuántas casas son posibles en una vida? ¿Cuántas vidas para habitar una casa?
Queda la memoria como ensueño, como figura de alguien que pasa, un duende, una voz de otro mundo, la abuela que farfulló una oración. Un pequeño altar, una silla, una repisa, el calor o el frío. La casa se deja habitar. O se hace abismo, equilibrio.
Quien ha crecido ve la casa más pequeña. Ya el hogar ha dejado de ser para ser memoria, compañía. Olores, colores, caricias o dicterios. La memoria incansable:
“En la habitación frente a la mesa/ una vieja silla de madera cruje”.
La que escribe se mira y dice: “El poema encontró su camino”.
Y así como las casas hacen la ciudad, la ciudad hace el país. Y lo verbaliza desde el dolor, desde la agonía de sus habitantes: la misma casa como desgarramiento, como soledad, como acoso:
“en mi país/ la libertad está asediada”.
¿Cuántas quedarán sin la voz de sus hábitos, sin el roce de los vestidos, sin las manos que la limpien? Las casas hablan solas. Dialogan entre ellas, las más de las veces. Cuando dejan de hacerlo caen. Se derrumban.
¿De qué se alimentan, qué las mantiene en pie?
Las palabras, un poema, una canción.
Por eso:
“El poema habita tu secreto”.
En este libro de Carmen Cristina Wolf están todos estos momentos. Una lectura que nos conduce a ser la casa que seguirá habitándonos.
Dos poemas de La casa que me habita:
Pensar de nuevo al mundo
tomarlo por alguno de sus hilos
escribir en constancia
del asalto de dudas y afanes
Algunos días acostumbro
acariciar los prados y dejarme
cortejar por la brisa
de interminables filas de palmeras
mientras miles de pies dejan su huella
en las caminerías de la playa
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En la habitación frente a la mesa
una vieja silla de madera cruje
Soporta mi peso y las ausencias
la hoja en blanco y el silencio
Las horas se deslizan sin ruido
el poema halló su lugar en la página
Alberto Hernández€. Síntesis biográfica
Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952.
Poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros.
Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios.
Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Se desempeñó como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua.
Ha publicado ensayos y textos poéticos en las revistas Turia de España (Aragón), números 81-82; en Il foglio volante de Italia, Nº 4, abril 2007; Piedra de molino, Arcos de la Frontera, España, primavera de 2007, entre otras.
Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al árabe.
Alberto Hernández. Obra publicada
La mofa del musgo. Umbra Editores, Maracay, 1980. pp. 60. Amazonía. Talleres Gráficos del Centro de Capacitación Docente “El Mácaro”, Turmero, 1981. pp. 30. Última instancia. Editorial Sobrevivientes asociados. Maracay, 1985. pp. 75. (Esta obra obtuvo mención honorífica en el Concurso Literario de la Secretaría de Cultura del Estado Aragua, 1985. Jurado: José Barroeta, Jorge Núnes e Igor Barreto). Párpado de insolación. Ediciones del Ateneo de Calabozo, colección “Escampos”. Editorial Miranda, Villa de Cura, estado Aragua, 1989. p. 100. Ilustrado por Antonio Cabesas. (Obtuvo mención honorífica en la II Bienal Literaria del Ateneo de Calabozo (1985-1987). Ojos de afuera. Fondo editorial IPASME, 1989. p. 112. (Ganador del 1er. Premio del II Concurso Literario IPASME). Caracas, 1989. Nortes. Editorial Sobrevivientes asociados. Maracay, 1991. pp. 103. (Mención de honor Primer Concurso Literario “Madre Perla”, 1992, Porlamar, estado Nueva Esparta. Jurado: José Lira Sosa, Elí Galindo y Luis Camilo Guevara). Intentos y el exilio. Ediciones de la Casa de Asterión, Ediciones Mucuglifo. Dirección Sectorial de Literatura CONAC. Mérida, 1996. p. 70. (Libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta Teatro Simón Bolívar de Juangriego. Jurado: Luis Alberto Crespo, Magaly Salazar y Earle Herrera). Bestias de superficie. La liebre libre editores, Maracay 1998. pp. 40. (Premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y Diario “Antorcha” de la misma ciudad, 1992). Jurado: Elizabeth Schon, Santos López y Francisco Pérez Perdomo). (Este libro fue traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour, Siria, Damasco, Editorial Daralmarsat, 2005). Poética del desatino. Ediciones Estival. Colección El divino Narciso, Maracay 2001. (Libro de aforismos). P. 45. En boca ajena. Antología poética 1980-2001. Ediciones Presagios-Serie Faisán, México, 2001. pp. 117. Tierra de la que soy. Latin American Writers Institute Eugenio María de Hostos Community College of CUNY (Universidad de Nueva York, 2002). Pp. 121. Prólogo: Manuel Cabesa. Nortes/ Norths. Latin American Writers Institute Eugenio María Hostos Community College of CUNY (Universidad de Nueva York, 2002). Pp. 87. Traducción al inglés: Alexis Trujillo. El poema de la ciudad. Editorial Blacamán (Villa de Cura), Estival (Maracay), La liebre libre (Maracay), Presagios (México) y Umbra (Maracay), 2003. pp. 181. Prólogo: Harry Almela. El cielo cotidiano. Poesía en tránsito. Editorial Mucuglifo, Mérida, Estado Mérida, 2008. Puertas de Galina. Editorial Memorias de Altagracia. Caracas, 2010.
CUENTOS. Fragmentos de la misma memoria. Editorial Actum, Caracas, 1994. pp. 93. Cortoletraje. Blacamán editores, Villa de Cura, Venezuela, 1999. pp. 54. Virginidades y otros desafíos. Latin American Writers Institute Eugenio María de Hostos Community College of CUNY (Universidad de Nueva York, 2000). Pp. 60.
ENSAYOS: Notas a la liebre. La liebre libre editores, Maracay, 1999. pp. 140.