Dos poemas de Milagros Socorro

Milagros Socorro nació en Maracaibo en 1960. Egresada de la Escuela de Comunicación Social de LUZ, hizo también cursos de Pedagogía, Letras y Filosofía en esa casa. Se inició en el periodismo en El Nacional de Occidente, en 1980 y desde entonces ha estado siempre en la prensa nacional. Ha publicado más de una decena de títulos en géneros como: reportaje, crónica, testimonio, relatos y novela. Aunque escribe poesía desde que era estudiante en LUZ, esta es la primera vez que se anima a publicar un par de poemas escritos en 2017. Le agradecemos profundamente haberlos enviado a nuestra revista del Círculo de Escritores de Venezuela.

Los publicamos en Homenaje al Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo.

I

Todos los muchachos se me parecen a los muertos.

Pasan a mi lado en las aceras.

Sonríen en las fotografías

por qué no estaríamos confiados, parecen decir.

 

Desvío la mirada, pero es tarde

ahí está la imagen donde aparecen tendidos en su sangre

como una hamaca tibia y procelosa.

Todos los muchachos anuncian un muchacho muerto

en una acera.

 

Los miro de rojo y tiemblo

ensayo una oración que no alcanzo a pronunciar.

Caminan a zancadas, sueltan la risa

pero sé que traen bajo el brazo la palidez, el pan asombrado de la muerte.

 

He vivido en la era de los muchachos muertos

he lamido su saliva seca y sus sienes de papel.

Me rebasan en la calle.

Buenos días, señora, me dicen a veces.

 

Vuelvo el rostro

me arranco las cutículas para hacer coronas de flores

que dejar al pie de sus cunas de caoba.

 

II

En el esternón albergo un angelito.

Su piel tan pálida, sus manos juntas.

Si apuro el paso su frente choca contra la caja

y percute como un merengue sombrío o el ajetreo en una mina remota.

El angelito reposa en una nube de gasa

tiene algodones en la nariz.

A veces se retuerce de dolor

hay, en su panza cruzada por un costurón, cuchillos oxidados.

El angelito duerme su sueño de viejo

con mejillas resecas y labios blancos.

Ay, angelito, susurro a veces.

Ay, canturreo.

Le daré un biberón de silencio, me he propuesto.

En las noches cruje su faldellín

como hojas que alguien barre al otro lado de la ventana.

Dame de beber el zumo helado de tus venas azules

y duerme.

Duerme.

Agosto de 2017

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