1.-
Una casa es también un ser que respira.
Se respira la casa y con ella los objetos que la hacen. Quien la construye a diario con palabras es la misma casa en la textura de su lenguaje, y es habitable por sus distintos silencios o desgarraduras.
Carmen Cristina Wolf en su poemario La casa que me habita habla de la casa como si esta viviera dentro de ella. Y así es: la casa es memoria y paredes, risas y techo, libros y fotos, tristeza y árbol en un patio, pero más allá de esos habitantes, la casa es un rito, una esencia que cambia con quienes la convierten en símbolo, en una metáfora del tiempo.
Es decir, la casa es la memoria.
Hay casas que permanecen. Casas que no mueren. Casas siempre plenas, abundantes en su habitación: se vive una casa y se revela como milagro.
Una casa, por muy perdurable que sea, muda de piel. La poesía hace posible que esa piel tenga la misma lozanía en la memoria. Capas de tiempos, el poema avizora la posibilidad de hacerla eterna en la genealogía, en la heredad.
Una casa es la gente que la habita. Pero también la casa se hace gente.
2.-
La mirada de una niña ve crecer la casa. Entonces el poema aparece, se despliega con sus diversos tonos. Una calle hace de testigo y se abren otras calles que no son nombradas, que se silencian detrás de las palabras.
“La ciudad era un lugar inmenso (…) mejor estar en casa bajo el árbol del patio// el vaivén del columpio y los juegos del perro/ la pelota de hule las muñecas”.
Esa mirada también crece, escribe la casa, el poema, se permutan. Son en tiempo.
Desde el afuera, desde el acento que se impone, cada lugar es un espacio donde habita el susurro, lo que habrá de ser el poema de la casa, la casa misma como ser vivo:
“las habitaciones lucen su juego de sombras”.
Los personajes que mueven cada objeto, que son los cimientos de la casa, trazan la memoria perdida, aunque la voz, también parte de ese juego de sombras, anuncia la distancia:
“A lo lejos la montaña/ lo imagina en aquella ciudad/ donde los días se vuelven interminables”.
Tutear la casa, hablarle: el poema dilata su eco, habla con su doble significado sensorial:
“habito tu silencio/ atravesable como el ojo del espejo”
3.-
¿Cuántas casas son posibles en una vida? ¿Cuántas vidas para habitar una casa?
Queda la memoria como ensueño, como figura de alguien que pasa, un duende, una voz de otro mundo, la abuela que farfulló una oración. Un pequeño altar, una silla, una repisa, el calor o el frío. La casa se deja habitar. O se hace abismo, equilibrio.
Quien ha crecido ve la casa más pequeña. Ya el hogar ha dejado de ser para ser memoria, compañía. Olores, colores, caricias o dicterios. La memoria incansable:
“En la habitación frente a la mesa/ una vieja silla de madera cruje”.
La que escribe se mira y dice: “El poema encontró su camino”.
Y así como las casas hacen la ciudad, la ciudad hace el país. Y lo verbaliza desde el dolor, desde la agonía de sus habitantes: la misma casa como desgarramiento, como soledad, como acoso:
“en mi país/ la libertad está asediada”.
¿Cuántas quedarán sin la voz de sus hábitos, sin el roce de los vestidos, sin las manos que la limpien? Las casas hablan solas. Dialogan entre ellas, las más de las veces. Cuando dejan de hacerlo caen. Se derrumban.
¿De qué se alimentan, qué las mantiene en pie?
Las palabras, un poema, una canción.
Por eso:
“El poema habita tu secreto”.
En este libro de Carmen Cristina Wolf están todos estos momentos.
Una lectura que nos conduce a ser la casa que seguirá habitándonos.
*Alberto Hernández. Síntesis Biográfica
Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952.
Poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros.
Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios.
Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua.
Ha publicado ensayos y textos poéticos en las revistas Turia de España (Aragón), números
81-82; en Il foglio volante de Italia, Nº 4, abril 2007; Piedra de molino, Arcos de la
Frontera, España, primavera de 2007, entre otras.
Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al árabe.
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