Palabras de Edgar Vidaurre en el Día del Escritor

“La verdad no cambia porque sea o no conocida
por la mayoría de las personas…”

Hipatia de Alejandría – Inspiradora, custodia
de la biblioteca de Alejandría… mártir del poder

D. Horacio Biord, Presidente
Da. Yraida Sánchez, Vicepresidenta
Da. Rosalina García, Secretaria
Demás académicos y público presente

Gracia y benignidad para las escritoras y los escritores en este día que conmemora el evento de la creación a través de la palabra escrita.

Ustedes se preguntarán por qué en el propio recinto de la Academia de la Lengua, empiezo este saludo haciendo una distinción de género en el sustantivo que nomina la actividad de escribir en escritoras y escritores, haciéndolo, además, nombrando en primer lugar a las mujeres escritoras y después a los hombres que igualmente escriben.

También se preguntarán si lo hago a modo de crítica por la connotación política y la polémica que se ha generado a raíz de la llamada “neo-lengua” que conceptualizó Orwell en su novela 1984 y con la que en la actualidad se pretende determinar el pensamiento libre de esta generación en Venezuela y en otras partes de Hispanoamérica.

Y se lo preguntarán, pues con ello me alejo de la muy reciente recomendación que la Real Academia de la Lengua Española hace en su informe titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” elaborado por el académico Ignacio Bosque, y en donde más que argumentos sobre el uso erróneo de la lengua, se establece que: el uso genérico del masculino para designar los dos sexos, está ya muy asentado en el sistema gramatical español, por lo que carece de sentido forzar las estructuras lingüísticas.

En principio como escritor en lengua española, debo acatar y seguir las recomendaciones de la RAE, pero en lo personal, hubiese preferido que se profundizara de manera más arrojada y clara, en el por qué se debe mantener la pureza de la lengua, en el sentido de alejar su esencia de las posturas manipuladoras, en lugar de utilizar como argumento la rigidez sobre-impuesta por una costumbre muy asentada a lo largo de una sociedad que fue en su momento, profundamente discriminadora de género (cosa que en justicia debo decir, fue admitida por el académico en el mismo informe).

La verdad sobre esta misoginia que signó a la literatura hecha por mujeres se patentizó también fuera de las academias. Ya bien entrado el siglo XIX, la extraordinaria novela “Middlemarch” de Mary Ann Evans se convirtió en un éxito editorial, pero estaba firmada bajo el seudónimo masculino de George Eliot. Amantina Aurore Dupin, tuvo que escribir bajo el nombre George Sand, por exigencia de la sociedad francesa y sus editores. En ambos casos sin embargo su identidad se reveló de manera pública y su reconocimiento tardío, hizo que algunas de sus obras estuvieran firmadas por sus verdaderos nombres. Por ello, sin duda el caso más dramático de esta misoginia literaria lo determina la mirífica escritora Jane Austen, quien nunca pudo en vida ver su nombre en ninguna portada de sus libros o artículo de su autoría.

En todo caso estamos aquí para celebrar y no para polemizar. Celebrar el propio acto de escribir sea este ejecutado por hombres o mujeres. Creo además que estos tiempos, son tiempos de expansión, de inclusión, de universalización de los valores humanos. Hoy en día las Academias de la Lengua de casi todos los idiomas se han ido despojado de la rigidez y de la inmovilidad, para recoger el espíritu de los tiempos, velando en todo caso por el buen uso de la lengua y en especial por mantener con profundo esmero los valores y la pureza de la palabra, sea esta hablada o escrita.

Y aunque sabemos que se han dado pasos importantes en ese sentido, de manera muy breve quisiera dar unos datos que nos pondrán a pensar que todavía falta mucho por hacer en ese sentido. En la actualización del año 2016 la RAE, tenía cuarenta y cuatro académicos de los cuales solo ocho eran escritoras. Este logro, de todas maneras es muy importante toda vez que durante casi tres siglos (La RAE fue fundada en el año del señor 1713) y ya bien avanzado el siglo XX, concretamente en el año 1978, por primera vez una mujer ocupa un sillón en la Academia: Doña Carmen Conde.

Antes de ese momento histórico, y citando el artículo de la escritora Belén Remacha: hasta en tres ocasiones (1889, 1892 y 1910) rechazaron en la Real Academia a Emilia Pardo Bazán esgrimiendo la simple razón de que “las señoras no pueden formar parte de este Instituto”. Antes que la escritora gallega, ya había intentado entrar a formar parte la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Era 1853 y el escritor José Zorrilla fue todavía más claro en su caso: la mujer que escribe era “un error de la naturaleza”. También entonces Juan Valera predijo: «No sería esto lo peor, sino la turba de candidatos que nos saldrían luego. Tendríamos a Carolina Coronado, a la Baronesa de Wilson, a Dª Pilar Sinués y a Dª Robustiana Armiño. Y a poco que abriésemos la mano, la Academia se convertiría en aquelarre».

Imposible también no recordar cómo esa extraordinaria mujer llamada María Moliner (autora de uno de los diccionarios más completos de la lengua española) perdía en el año 1972 y de manera bochornosa una votación contra un escritor poco conocido, aun tratándose de la primera votación celebrada en la recién nacida democracia española.

Aunque algunos historiadores establecen que la escritora María Isidra de Guzmán y de la Cerda (1767 – 1883, primera mujer española en ostentar el título de Doctor) fue la primera académica de la lengua, esto no es rigurosamente cierto, pues esta mujer de extraordinaria personalidad y sabiduría solo pudo entrar al recinto para leer un discurso que tituló: “poesía ante el tiempo y la inmortalidad” y retirarse así, renunciando a su dignidad de académica de la lengua, por imposición del rey Carlos III.

Termino este saludo y esta bienvenida a modo de reflexión refiriéndome a Venezuela. Nuestra Academia de la Lengua fue fundada en el año del señor 1883 por el presidente de la República Antonio Guzmán Blanco, quien ocuparía la dirección de la institución hasta su muerte. Por ella han pasado sin duda alguna los hombres más notables de nuestra civilidad, cuya lista es larga y honorable.

Sin embargo, con la excepción de Lucila Palacios, ha sido muy recientemente y hago aquí el más profundo reconocimiento a las últimas gestiones del ya entrado siglo XXI: la de Don Alexis Márquez Rodríguez (2009-2009), Don Blas Bruni Celli (2009-2011), Don Francisco Javier Pérez (2011-2015) y de manera especialísima a la de Don Horacio Biord, nuestro actual Presidente, donde se han incorporado las mujeres a la institución. Las quisiera nombrar una por una, pues todavía la lista es corta: Lucila Palacios, Ernestina Salcedo Pizani, Carmen Mannarino, Ana Teresa Torres, María Josefina Tejera, Rosalina García, Milenia de Ledezma, Lucía Fraca de Barrera, Yraida Sánchez y la recientemente incorporada Laura Margarita Febres. Resaltamos igualmente, la incorporación reciente de mujeres como «Miembros correspondientes» por regiones, y en donde destacan los nombres de las escritoras Teresa Coraspe por el Estado Bolívar, Carmen Cristina Wolf por el Estado Miranda y Magaly Salazar Sanabria por el Estado Nueva Esparta.

Como dije, es bastante lo que se ha logrado avanzar en cuanto a la presencia de la mujer escritora en las Academias de la lengua española, pero es aún mucho más lo que falta por hacer. El camino que ha venido abriendo de manera muy especial nuestro actual Presidente Horacio Biord ?y no lo digo aquí por simple formalidad institucional?, es conmovedoramente reparador y justo. Quedará en la historia su gesto de promover y lograr durante su gestión, que por primera vez en más de 135 años, una mujer alcance la vicepresidencia de la Academia Venezolana de la Lengua y que dos mujeres de manera consecutiva ocupen la Secretaría de la misma. Que una Ida Gramcko, una Elizabeth Schön, una Enriqueta Arvelo, Antonia Palacios, Luz Machado, Pálmanes Yarza, y pare usted de contar, no hayan enriquecido esta academia en su momento, es una deuda que tenemos los escritores venezolanos. Yo en lo personal quisiera estar vivo y escribiendo todavía para ver a una mujer presidiendo esta Academia.

Termino con esta anécdota sentida. Justamente y dentro de la amplitud de la actual Presidencia de la institución, confieso que por primera vez pisé estos recintos en el año 2015. En los inicios del año siguiente, tuve la fortuna de estar presente en el acto de incorporación de Laura Margarita Febres. Cito aquí lo que escribí para esa ocasión: El núcleo anímico de su discurso, que nos daba cuenta de ese mundo emocional y originario, fue la referencia a las narraciones de las mujeres que emigraron hacia la Venezuela acogedora y gentil de otros tiempos vertiendo en el imaginario y en el mundo afectivo de los venezolanos su visión, así como del éxodo que en los últimos tiempos ha tenido Venezuela de muchas de sus escritoras hacia otras tierras, en busca de redenciones que parecieran todavía muy lejanas desde la oscuridad que hoy tenemos en el centro de ese núcleo anímico colectivo e individual de la Venezuela de ahora.

Cómo a través de la visión femenina de la vida en todo su contexto emocional y vivencial en sentido esencial y verdadero, se fueron construyendo esas crónicas de amor, de soledad, de plenitud, de certezas, de dudas y tristezas. Pude sentir a cabalidad esa potencia nutricia y continente de lo femenino, que persiste y ha persistido siempre, aún a pesar de las crisis, de las guerras y las desolaciones. Pude percibir con claridad que el tiempo de lo femenino, con sus anhelos y sus esperas es el tiempo verdadero…el tiempo emocional y anímico del ser humano que lo religa a su vez con las estaciones de la naturaleza y las estaciones del alma.

Escuchando a Laura (ahora Doña «Laura Margarita Febres-Cordero Del corral») con sus crónicas de las vivencias narradas por las mujeres de todos los tiempos, recordé transido la voz de mis abuelas y de mi madre (quienes también fueron mujeres inmigrantes), cuando por las noches me consolaban y me arrullaban con cuentos y narraciones mágicas y extraordinarias. Recordé como siempre esto ha sido así. Han sido nuestras madres quienes nos narraban las historias de nuestros antepasados, sus propias historias. Han sido siempre las mujeres quienes han tejido la memoria afectiva del ser humano, para nutrir en este caso, no solo con la leche materna el cuerpo físico y biológico, sino el cuerpo emocional de sus hijos. Han sido siempre sus cantos oscilantes los que mecen al mundo llenándolo de susurros y de sueños.

Confieso que esa mañana la emoción transfiguró esas aguas interiores, en vertientes de revelación. No tengo palabras para agradecer a Doña Laura estas epifanías tan esenciales, tan cercanas y tan íntimas a la memoria, y que han restituido mi fe en lo eterno femenino, en el consuelo, en la mirada continente de nuestras madres.»

Muchas gracias.

Edgar Vidaurre Miranda, Presidente del Círculo de Escritores de Venezuela

En Caracas, el 29 de noviembre de 2018 en el Palacio de las Academias, ante la Academia Venezolana de la Lengua

Edgar Vidaurre. Poeta, ensayista, editor,  fundador de la Editorial Diosa Blanca

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