No te diré
de escribirte mil canciones
de escribir un idioma para nosotros
ni de construirte un planeta de palabras
todo es tan cierto
pero tan dicho
Te diré en cambio de una palabra
una sola en la que llueves
y anocheces
y bienvienes
y eternas
Prefiero oír tu voz en la penumbra
muy baja y sin rigores
como un acto de fe
feroz de vocablos
con tu timbre en ristre
con tus trampas implacables
en las que muero
de recuerdos
de ti.
Quiero esta noche decirte amor
que estoy absolutamente disponible
para nuestro viejo proyecto
de amarnos sin razón
toda vez que es bien sabido
que el amor y la conciencia
son enemigos de antes
de antes amor de conocernos
A cántaros llueve
y estoy sediento de tus ojos
Se vuelven caudales
los kilómetros de calles
que nos separan
y no puedo guarecerme
en tu mirada
La piel oscura del cielo
transpira entre nosotros
y hay flores que perecen
secas de ti
A cántaros llueve
desde siempre
entre nosotros
Es en este
el último cigarrillo de la noche
donde me aferro
como un loco a tu cabello amado
y te espero
aunque nada salga de tus labios
Y este humo
metáfora vil de la nostalgia
hace olas
como las que amé de tu mirada
y me arrastra
al trepidante abismo de tus besos
Y esta brasa
labra insomne apenas una imagen
de tu fuego
que consumió mi faz cansada
de hurgar
en el desierto hasta encontrarte
La ceniza
gris se oculta entre mis dedos
cual restos
sombríos y tristes del pasado
que consigo
te arrastra al abismo del ayer
Libérame de ti, de tu recuerdo
hazme un hombre digno
libre ya
de la memoria feliz de tus labios,
aleja de mí tu distancia
tu presencia
tu ausencia
hazme al fin un hombre
un hombre lejano
de ti
Con el tiempo crece el dolor absurdo
la intolerable constatación desierta
de que no basta con extrañarte
de que amaneceres
y lunas y árboles y gestiones
se van pareciendo a ti
y describen tu rostro
en el lenguaje agrio de la nostalgia.
Te aclaro amor que no siempre soy el mismo.
En ocasiones soy no más que alguien
que piensa en ti y se entristece.
Pero además otras veces
soy alguien que te mira en la calle
y recuerda.
He sido también el predicador insomne
de tus verdades,
el holgazán que sueña sonriente
con tus ojos,
el fino melómano
de los tonos de tu voz,
el enfermo incurable
que se droga
con la memoria incendiaria
de tu piel.
Te aclaro igual que siempre
bajo cualquier circunstancia
nosotros todos
te amamos.
Caluroso y lento como un domingo
solo quisiera darme una ducha
recostarme un rato
mirar tu silueta en la ventana
quizás
sonreír dormido.
Jorge Gómez Jiménez
Escritor venezolano (Cagua, Aragua, 1971). Edita desde 1996 la revista literaria Letralia, Tierra de Letras. Ha publicado el libro de cuentos Dios y otros mitos (Venezuela, 1993), las novelas cortas Los títeres (España, 1999) y Juez en el invierno (Venezuela, 2014), la antología Próximos (narrativa venezolana, bilingüe chino-español; China, 2006), la novela El rastro (Argentina, 2009), el poemario Mar baldío (Caracas, 2013) y el libro de crónicas Torniquete: historias del Metro de Caracas (Caracas, 2017), además de haber sido incluido en diversas antologías dentro y fuera de Venezuela. Entre otros reconocimientos, ha sido ganador del X Concurso Anual de la Universidad Central de Venezuela (Venezuela, 2002) y del Premio Nacional de Minicuento “Los Desiertos del Ángel” (Venezuela, 2012), y obtuvo menciones honoríficas en el XXIII Concurso de Relatos Ciudad de Zaragoza (España, 2005), en el V Premio de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores (Venezuela, 2011), en el II Premio Nacional de Cuento “Guillermo Meneses” (Venezuela, 2012) y en el X Concurso Nacional de Cuentos de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (Venezuela, 2016). Su revista Letralia obtuvo el Premio Nacional del Libro (Venezuela, 2007) y ha sido en dos ocasiones finalista, y una vez mención honorífica, en los premios Stockholm Challenge (Suecia; 2006, 2008, 2010). Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés, italiano, catalán, esloveno y chino.