EL VIOLÍN Y MAHLER
Por Rosario Anzola
En la marcha del 24 de mayo, el joven Willy Arteaga se quedó sin violín. Un guardia nacional lo volvió trizas.
El muchacho lloró la pérdida y vimos en su rostro el dolor de la madera astillada. Sentimos el espanto de las clavijas, del puente, del diapasón y del arco. Vimos también el gesto fraternal del escudero cuando le palmeó el hombro para darle consuelo y fortaleza.
Entonces, y casi de inmediato, apareció la solidaridad de mucha gente que sustituyó el violín de Willy por muchos violines. La música -como siempre- seguirá entregándonos el espíritu de la paz, la justicia y la libertad.
Los violines y los violinistas, los cuatros y los cuatristas, los clarinetes y los clarinetistas, las flautas y los flautistas, los tambores y los tamboreros, presentes en marchas y protestas pacíficas me hicieron recordar a Gustav Mahler.
Rosario Anzola
27 de mayo de 2017
Primer movimiento
El violín roto agoniza
está herido de muerte.
Desvencijado aguarda el funeral.
Recuerda a Mahler: ¿Habrá vida después?
Y escucha al concertino:
¿Hasta cuándo vamos a estar con esto? (*1)
Segundo movimiento
El violín roto ha muerto.
Se deshace en recuerdos de las horas felices.
Siente la caricia del arco
y le parece respirar al ritmo de trémulos y pizzicatos.
Registra en su memoria los conciertos,
el calor de su estuche,
la barbilla recostada en su vientre,
los dedos danzando entre sus cuerdas,
y el solo inolvidable.
Tercer movimiento
El violín difunto duda en su desazón
y busca entre las sombras
al niño violinista que murió reciente.
Exangües se abrazan.
El eco de la saña los alcanza:
los huesos destrozados
las miradas sangrantes
las pieles desgarradas
el gemido del hambre
el murmullo de los perseguidos
el grito de los presos
el alarido de los torturados
el sollozo de la indignación
y el vasto silencio de la muerte.
El violín mancillado ha extraviado la fe:
¿Dónde la compasión y la misericordia?
¿Hasta cuándo vamos a estar con esto? (*1)
Cuarto movimiento
El violín injuriado se levanta.
El niño violinista no se rinde
y toma la batuta de la certidumbre.
Convocan a las violas, los chelos y los bajos
a los cornos, trompetas y fagotes
a platillos, a tubas y timbales
al arpa, al piano, al redoblante.
Y un coro enaltecido sobrecoge los cielos:
¡Resucitarás, sí, resucitarás, corazón mío, en un instante!
Lo que has derrotado te llevará hacia Dios. (*2)
Nuestro país ensaya su coro triunfal.
Tenores, barítonos y contrabajos
contraltos y sopranos
preparan sus gargantas.
Los músicos han sido convocados.
La afinación se afirma en la esperanza
porque la melodía no admite
ni odios ni venganzas.
El concierto está listo para ser dirigido.
En paz, en justicia, en libertad.
(*1) Estas fueron las palabras pronunciadas por Willy Arteaga mientras lloraba y mostraba su violín despedazado.
(*2) Canto triunfal de la 2da. Sinfonía “Resurrección” del compositor austríaco Gustav Mahler, poema sinfónico compuesto a finales del siglo XIX