Por Ana Luisa Ces
En el letargo de extraordinaria tranquilidad de una ciudad, que siempre se movió en combustiones veloces, es muy raro todo… el demasiado silencio, la incertidumbre política, económica y social, el tráfico fluido de los vehículos, las tiendas cerradas o con poca mercancía, el clima demasiado frío y un sinfín de rarismos que nos han acompañado estas navidades y el arranque de año. En ella parecen surgir los sentimientos más sensibles. No teniendo lo material no quedan más que los afectos.
Tengo unos años viviendo en una callecita donde proliferan los indigentes que cuidan carros, que martillan dinero y comida a cambio de limpiarte los vidrios o el carro, o los que solo deambulan. Eso ya lo he contado muchas veces. El 24, cuando partía a la reunión familiar, hice fajitos de dinero para darles a los que me encontrara camino a buscar el carro. En la puerta del edificio tenía a dos que están casi todos los días y con los que suelo detenerme para escucharles los cuentos… oírlos es algo que he entendido que necesitan mucho, como los niños que cuentan lo que les pasó en la escuela.
Les doy su propina navideña y con cariño les digo que se porten bien, que Dios los bendiga y que se la pasen lo mejor que puedan. A cada expresión decían “gracias”. Al final uno de ellos se aproximó y me dio un abrazo… Cruzar esa enorme barrera que los dos sabemos que nos separan, que fuera él quien respetuosamente tomara la iniciativa, con cara de niño bueno y agradecido, solo me habla de que vivimos un momento-país muy diferente.
Luego, regresando el 25 en la noche, en medio de la calle oscura venía con los brazos abiertos, sonreído, y llamándome “princeeeesa” como quien ve a su amiga del alma, el que lanza besitos con la punta de los dedos. También se aproximó y también me dio un abrazo. Son de esos abrazos que se dan con cariño y un respeto inmenso.
En todos estos años es la primera vez que eso sucede. Quizás porque, incluso con lo frágil que pueden resultar esas relaciones, el saludo constante y el trato respetuoso los hace a ellos dignos. Y porque, ante la escasez de todo, lo que prevalece y fortalece es el afecto.
Atesoro, con extraordinaria alegría y ternura, ese par de abrazos que el Niño Jesús me trajo de regalo esta navidad, en #MiCaracasBonita donde #Los
Que este 2017 sea muy bueno y nos permita a todos ser mejores e inspirar a otros a serlo.