Entre la brevedad y los silencios

Cadenas 2009  II

 Por Rosario Anzola

Rafael Cadenas me resulta cercano por la poesía, por los amigos compartidos y por nuestro común gentilicio. He seguido su huella, siempre encandilada por la fuerza de su poética. He leído cada uno de sus libros, revisado sus textos con mis alumnos y celebrado cada uno de sus reconocimientos como si fueran propios, porque la palabra de Cadenas nos pertenece, es inherente a quienes vivimos con devoción la literatura. En mis conversaciones con poetas de otras latitudes, una de las referencias más admiradas es la poesía de Cadenas y eso me llena de inmenso orgullo, casi como si fuera mi mérito personal, comprobación de lo que acabo de referir: a Cadenas uno lo concibe como “propio”, por la gracia de la admiración y del afecto.
A Rafael le acaban de entregar el Premio Internacional de Poesía García Lorca 2015. Desde su anuncio hubo jolgorio para la literatura de habla hispana. Mucho se ha escrito en estos días sobre Cadenas. Se desentrañan los escondrijos de su escritura, se reflexiona sobre sus pasos, se buscan sus libros en los anaqueles, se recuerdan sus versos y frases. Hay un entusiasmo renovado en sus seguidores y es un poeta leído por la juventud, hecho inusual en un mundo donde escasean los lectores. Rafael Cadenas rumia los misterios desde la esencia de lo mínimo. Hay quienes lo sitúan en las cercanías de los Haikú japoneses por la brevedad de su discurso poético. Yo apelo a una licencia caprichosa que me permite abordarlo a escala nanométrica, imaginando los átomos y moléculas de sus ideas y palabras.

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Enigmático
Cadenas es enigmático y difícil de adivinar, como genuino representante de la poética de los silencios. Tiene fama de distraído, sin embargo solo se trata de su permanente y acostumbrado ensimismamiento. El silencio arropa su personalidad y se hace estridencia en la semántica de sus pausas. Su mirada es también silenciosa y su conversación, minimalista, aun cuando sus claves son verdaderas revelaciones en prosa y en verso. Como profesor y expositor, conduce a sus receptores por las sendas de lo místico y lo monástico, y como ensayista proporciona a los lectores curiosas oportunidades de meditación.
Desde 1984, su libro En torno al lenguaje es un texto fundamental para todo aquel que se desempeñe como modelador: padres, maestros y dirigentes. Cadenas expone allí su preocupación por la deficiente enseñanza de la lengua y llega a afirmar lapidariamente: En Venezuela nunca se ha enseñado castellano. Habla, lectura y escritura son tratadas por él de una manera religiosa, afirmando que quien mal habla, mal piensa y mal actúa, a sabiendas de que el venezolano por lo general no lee ni redacta bien. Traigo a colación este libro para invitar a su lectura. A más de treinta años de su circulación tiene una vigencia excepcional.
La sensibilidad de Rafael Cadenas no es un asunto meramente estético. Le duele la palabra mal dicha, mal leída, mal escrita, así como le duele la pobreza, las injusticias y las dictaduras. Compartió la utopía de los comunistas soñadores de los años sesenta, de aquellos que creyeron posible un mundo de igualdad y libertades. En esa época de comeflores, de hippies, de canciones de protesta y de aperturas sociales, quien no padeciera esa epidemia socialista no podía ser idealista. Como la gran mayoría,  padeció el desencanto y la decepción de un ideario convertido en represión, mentira y persecuciones. Y es así como en el año 2009, cuando fue el poeta homenajeado en la Feria del Libro de Guadalajara, pronunció unas palabras sorpresivas y estremecedoras: …defiendan su democracia aunque tenga fallas, aunque exija reformas. En el mismo sentido y a propósito del reciente premio otorgado en España, señaló: El premio significa mucho para mí, para los poetas venezolanos y para mi país que está sufriendo más de lo soportable a causa de una crisis total de la que es responsable el actual régimen.
Magistral
Al recibir su reciente premio hizo referencia a su oficio primordial, con un planteamiento magistral: En realidad, no sabemos lo que es la poesía, pero la reconocemos cuando aparece, sea en el vivir, sea como escritura. Por eso se desliza en todos los terrenos y en todos los géneros. A veces, paradójicamente, no está en el poema. Hay épocas en las que la prosa dice más que la poesía, porque ésta que es un milagro no aparece. Oigamos una estrofa de San Juan de la Cruz cuando interroga a las criaturas: “Y todos cuantos vagan/ de ti me van mil cosas refiriendo/ Y todos más me llagan/ y déjame muriendo/ un no sé qué que quedan balbuciendo”.
Hoy quiero brindar por él, en el recuerdo de Caupolicán Ovalles, Adriano González León, Salvador Garmendia, Manuel Alfredo Rodríguez, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Eugenio Montejo y Alberto Anzola, que -desde algún lugar- lo estarán celebrando entre discursos, risas y versos.
raconvivarte@gmail.com
@rosarioanzola

Fuente: El Universal, Venezuela

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