Literatura y testimonio

Por Lidia Salas

UNA LECTURA DE LOS LIBROS DE RELATOS DE KLARA OSTFELD

Conocí a Klara Ostfeld en los talleres de Literatura que dicta la poeta Astrid Lander. Leí sus libros, Luz y sombra de mi vida, La mujer del espejo y Designios del destino. Más allá de su prosa sencilla y clara, me conmovieron sus historias.
Leí de adolescente El Diario de Ana Frank, y desde entonces, me hice muy sensible al tema de un pueblo, que fue condenado a la destrucción masiva y planificada por el horror del régimen fascista. Admiro profundamente a sus gentes condenadas a la diáspora desde sus orígenes más remotos, quienes han sobrevivido a sus perseguidores y a sus propios estigmas con inteligencia y valor.
La vida en estos dos últimos años me enfrentó a difíciles retos existenciales. Me había prometido compartir la lectura de estos libros, Me parece que es la mejor hora para retomar este proyecto aplazado por largos días..
Creo que atravesamos épocas de peligro. Como en la Alemania de décadas dejadas atrás, el odio y la intolerancia parecieran instigar los instintos oscuros de este pueblo, como razones para que el totalitarismo permanezca en su negación de la democracia y de la libertad.
Es el momento de escuchar la palabra de Klara Ostfeld. Ella es una
ciudadana rumana judía que fue recibida en Venezuela como refugiada de guerra. Aquí ha levantado una familia compartiendo los valores de esta patria. Aquí decidió emprender un proyecto personal que trascendiera el destino de esposa y de madre ejemplar. Con tesón finalizó los estudios de de Licenciatura en Idiomas en la Universidad Metropolitana y la maestría de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. En Caracas descubrió su voz, y en esta lengua de Teresa de Jesús ha escrito las crónicas de su vida, de su familia, de sus amigos, en libros de relatos que han sido traducidos al inglés, al rumano y al hebreo. .
Estos testimonios tienen la valentía con la que nos comunica la verdad de vidas desgarradas, por la vil persecución. El origen judío era la única causa de las separaciones dolorosas, del hambre, de la condena a campos de exterminio, de la muerte y del dolor de las ausencias.
El invierno hacía más terrible la existencia de las barracas. El maltrato del duro trabajo de albañil que producía llagas y callos en las manos del joven esposo, se comparaba con las heridas que las espinas de los naranjales producían en los brazos de la muchacha de 19 años, cuyo trabajo de jornalera de frutas, resumían la fe en el recién creado Estado Judío.
Deseo resaltar, que a pesar de que la muerte, la miseria, las separaciones, el dolor y las ausencias inspiran los relatos de Klara Ostfeld, la pureza de su voz está libre de rencores. Su pluma tiene la gracia de quien encuentra siempre, la anécdota llena de gentileza y de dulzura, el recuento de sentimientos de amor y de amistad, de reencuentro y de perdón, los cuales mantienen viva la fe en la condición humana.
Su pluma tiene el trazo preciso para elaborar retratos de los personajes, para describir espacios y épocas. De sus palabras se conocen los adolescentes que alguna vez fueron, con sus sueños y sus confusiones. Se aprecian las creencias de un pueblo que mantiene una tradición cultural y religiosa través de los siglos. Se comprende, cómo a pesar de la pobreza y de la guerra, los jóvenes conservan intactos la capacidad de amar y de existir a través de los sueños y de la esperanza.
La nostalgia por todo lo vivido, la añoranza de paisajes y de ciudades, la memoria plena de hermosura y de juventud, contrastan con el tesón, con el cual encara al olvido del holocausto. Su paciencia para tejer con palabras, la filigrana de tapetes que resuman una memoria que puede servir a muchos lectores para guarecerse del miedo y de la desesperanza.
“Los años como la polilla, se introducen silenciosos en nuestra existencia” dice la autora al inicio de uno de sus relatos. Su lenguaje está conformado por frases de un ritmo depurado. En casos necesarios para comunicar la fuerza de la historia, usa los nombres de campos, ríos, ciudades, comidas, vestidos, en su lengua original. Al final del libro, presenta un glosario para una mejor comprensión de este vocabulario.
Sus relatos podrían conformar los cantos de la epopeya del pueblo judío. En lo personal, la inspiración le sirve como catarsis, para purgar la pena por la muerte de su hijo de 29 años. Con valentía asume la voz de Luis Ostfeld para dejar constancia de su existencia en el hogar, y del gran dolor que constituye la poda de alguien que es parte de su vida misma.
Los epígrafes que ella usa en muchos de sus textos, las referencias a proyectos y autores, los idiomas que domina, dan constancia de la lectora sensible, de la viva inteligencia para mantener un diálogo inter textual, del deseo de trascendencia a través del oficio de la escritura.
En este momento, en que los venezolanos buscamos nuevos caminos de cambio y desarrollo, debemos honrar la memoria de Clara Ostfeld. Todos deberían leer sus crónicas. Sus páginas son una advertencia de cuán trágico es el destino de los pueblos que son víctimas del odio y de la intolerancia.

* LIDIA SALAS, poeta, ensayista, docente. Con una amplia obra publicada. Directora del Círculo de Escritores de Venezuela

1 comentario

  1. Hola buenas tardes, les escribo porque estoy interesada en enviarles una nota de prensa acerca de los ganadores del Concurso mensajes de Amor avalado por el Multiplaza Paraíso y la UPEL . Sin más que decirles me despido, Sabrina Araujo. RRPP Multiplaza Paraíso.

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