Por Enrique Viloria Vera
Estamos vivos pero vamos a morir, esa es la única certeza de la existencia. Ya lo decía el filósofo: morimos no porque estamos enfermos sino porque estamos vivos. Vivir es un tránsito hacia la muerte, podemos ir más o menos rápido, pero nunca podemos evitarla: la longevidad es un inútil desafío a la muerte.
La Muerte, la Pelona, la Portadora de la Guadaña, la enjuta mujer de negro luto, no cree en voluntades ni en decisiones personales, hasta el más pintao, el más valiente, el novio de la madrina y el líder del equipo, sucumbe a su decisión de visitar al escogido, es verdad que nadie se muere en la víspera – y menos hoy con los adelantos de la tecnología asociada con la medicina – pero la Pelona es burda de paciente, no tiene apuro, sabe que la prisa es plebeya y que tarde o temprano le llegará su momento estelar.
Como no tiene prontitudes se divierte en sus ratos de ocio. Entre todos los deportes imperialistas no juega béisbol ni voleibol ni fútbol; contra el agotamiento de su permanente actuar, prefiere – castiza – los juegos de mesa, y en especial, los de cartas, sobre todo el imperial juego hispano llamado truco.
Recordemos que el truco o truque (en valenciano “truc”) es un juego de naipes con baraja española originario de Valencia y de las Islas Baleares (España), muy difundido en el Cono Sur de América: Argentina[] ,[]Paraguay, Uruguay, sur de Chile, Brasil,[] Venezuela, Italia (en Piamonte, Lombardía y Liguria), y Galicia. La Pelona lo juega con propiedad conoce los giros, señas, guiños y voces propios de la partida.
Paciente, segura, conocedora de su triunfo final, enfrenta directo a los ojos de su pasajero contrincante, del que no contaba con su astucia, y en tono de actriz malvada de telenovela, le espeta:
¡Ven a mí que tengo flor!
Febrero 2012