Palabras de Heberto Gamero Contín en ocasión del bautizo del libro sobre José Heriberto García de Quevedo, «Un poeta venezolano en la Casa Real Española» (El amor sublime de Isabel II), escrito por Carlos Alarico Gómez.
Caracas, 29 de noviembre de 2011. Centro Cultural Chacao.
Todo comenzó cuando Jesús, uno de mis hermanos, aficionado a la genealogía, fue al Archivo Principal de Coro, Estado Falcón, a buscar documentos ?partidas de nacimiento, básicamente que revelaran los orígenes de la familia. Conociendo la meticulosidad y el rigor con el que Jesús desempeña su afición, me imagino que se metió de lleno en el archivo, tal vez las ocho horas laborables que tiene el día, sacó copias de cuanto documento revelador encontró y armó unas voluminosas carpetas con todo aquel tesoro familiar. Días después recibí una llamada suya donde con cierta emoción me decía que había dado con un poeta entre nuestros ancestros, un escritor de nombre José Heriberto García de Quevedo, nacido en Coro en 1819 y fallecido en París en 1879. Cuando le pregunté qué parentesco teníamos me dijo que nuestros abuelos sextos, María de la Paz Valdés Quevedo y Bravo y Diego García de Quevedo eran también los bisabuelos del poeta, por lo que José Heriberto, quien no tuvo hijos, venía siendo nuestro primo colateral en sexto grado, primo segundo de nuestra tatarabuela Clemencia García de Quevedo y Bravo. Muy interesante, le dije, y qué se sabe de su vida. Poca cosa, respondió mi hermano…
La verdad es que Jesús no había encontrado ninguna biografía del escritor, apenas una breve reseña donde señalaba que José Heriberto García de Quevedo había sido embajador de España en Perú y en Venezuela, que había representado a España en China y en otros países, que había sido un buen amigo de la reina Isabel II, tanto, que se batió a duelo por ella y le perdonó la vida a su adversario y, finalmente, que le había escrito un poema que fue premiado por la Real Academia Española en 1865. La vida del primo entonces comenzaba a lucir muy interesante. Le dije a mi hermano que si no existía una biografía de José Heriberto en Venezuela tal vez en España conseguiríamos una. Casualmente para esas fechas tenía planeado un viaje a éste país y en enero de 2008 me presenté con mi esposa en la Biblioteca Nacional de Madrid. Allí pudimos encontrar varias de las obras de José Heriberto, pero como parte de otros libros… también una foto suya, que es la que figura en la portada del libro, pero ninguno que hablara a fondo de su vida; preguntamos al empleado y nos dijo que no, que al menos en España no se había escrito ninguna biografía sobre nuestro personaje. Entonces, si no existía una biografía suya en España, y tampoco en Venezuela, no había dudas de que nadie en el planeta había escrito sobre el poeta coriano. Un poco decepcionado salimos del lugar con la certeza de que ya habíamos hecho todo cuanto podíamos por averiguar algo más sobre la vida del vate. Pero no, me dije, todavía podemos indagar un poco más.
Mientras caminábamos hacia el hotel, en la calle San Bernardo de Madrid, nos encontramos con una pequeña librería especializada en libros antiguos. Entramos. Al fondo había un hombre de lentes sentado frente a un escritorio repleto de libros viejos; parecía verificarlos en una larga lista. Lo saludamos y le preguntamos si tenía algún libro del poeta José Heriberto García de Quevedo. Me suena, dijo, déjeme consultar la lista. Al poco rato nos dijo que sí, que había algo del poeta, pero que no era una biografía si no un poema. Me gustaría verlo, le dije de inmediato. El hombre se levantó de la silla con la lista en la mano, fue hasta el fondo de la librería, se subió en una larga escalera y empezó a escudriñar los lomos de los libros que estaban en el último stand. El olor a papel viejo inundaba el salón. Luego arrimó la escalera un poco más, se rascó la cabeza, su mirada fija sobre los lomos, hasta que por fin sacó un delgado folleto color verdoso. Era el poema premiado de José Heriberto García de Quevedo. No lo podía creer. Los ojos casi se me salen de las órbitas. Un milagro, pensé. Aún sin creer lo que veía le pregunté el precio. Doce euros con dos centavos, me dijo. Sorprendido por el precio tan bajo de semejante joya saqué el dinero, le pagué y nos fuimos con nuestro folleto bajo el brazo, felices por las calles de Madrid.
Esto tiene que ser una señal, le dije a mi esposa, una señal del poeta para que rescatemos su nombre, para que desenterremos su literatura. Primero el hallazgo de mi hermano, luego éste: encontrar un original, el poema premiado por la Real Academia Española en 1865, en la primera librería en la que entramos, en una ciudad donde en cada esquina hay una venta de libros, algo increíble…
Fue el momento cuando, ya que no existía una biografía del pariente, decidí escribir una yo mismo. Pero al paso de los días y pensándolo mejor me dije que yo no era especialista en biografías, mucho menos en novelas históricas, que lo más sensato era buscar a un historiador experimentado y encargarle el trabajo. Así fue que un día, y también por casualidad, en una reunión en casa de nuestra común amiga, la periodista y escritora Nery Russo, conocimos personalmente al historiador Carlos Alarico Gómez. Este es el hombre, me dije apenas nos estrechamos las manos. Poco después le propuse el proyecto y lo aceptó encantado. Finalmente, luego de dos años de espera, el libro Un poeta venezolano en la Casa Real Española (el amor sublime de Isabel II) ya está publicado.
Dos poemas de José Heriberto, que conozco desde niño: «A Italia» y «Oda a la libertad», leídos en mi «Tesoro de la Juventud», obsequio de un primo apellidado Valdéz; MÁS COINCIDENCIAS.
Durante mi niñez, eran comunes las citas de mi padre, José Anger Hermoso Galán, y también de los falconianos que nos visitaban sobre el poeta. Se referían a él como Quevedo y conocían de memoria muchas de sus anécdotas
Buscando en la red, Google presenta un tomo II de una obra de García de Quevedo