Homenaje en los 115 años de su nacimiento: 6 de agosto de 1986
Por Magaly Salazar Sanabria
Para poder ver el bosque, abramos un claro entre los árboles. Son diversas las voces que animan la escritura de Andrés Eloy Blanco: ecos que trazan una nueva concepción de la hispanidad a través de una visión benévola de los conquistadores,”la semilla piadosa de las manos reales”. La asunción del trigo en la tierra llanera compendia el encuentro armonioso de dos realidades, así la manera de anunciarnos la aproximación entre dos culturas: la española y la india y más tarde, la negra.
El paisaje venezolano adquiere líneas decididas en la poesía del poeta centenario:En el poema Coquivacoa se lee:
“Después, ya no muy lejos, entre el Lago y el Cielo,
venía hacia nosotros la playa de arribar
y en el azul clavadas, como tejiendo un velo,
vimos surgir las verdes arañas del palmar” (1)
Esta voz del paisaje es, entre otros designios de su palabra, una búsqueda incesante que pretende romper con el exotismo impuesto por los modernistas, los cuales no lograron superar la relación entre su visión de la realidad objetiva y su imaginación
Lo popular, traído de la mano de un mestizaje acongojado y a la espera de una mejor suerte del destino, hace de la poesía de Andrés Eloy Blanco un ejercicio de lo venezolano, por su emoción, sus modismos, inflexiones, musicalidad, temas y paisajes. El poeta toma elementos del folklore sin grandes variaciones que permiten atacar la quejumbre de lo venido de Palos de Moguer. La palabra enternecida del poeta León Felipe, aquel día de México, ante la caja oscura que contenía los restos de Andrés Eloy Blanco, dijo en su hermoso discurso: “Pero Andrés Eloy Blanco no es un poeta español ni rabiosamente españolista. Es un poeta criollo que cada vez se va haciendo más mestizo. Al final será el poeta más equilibradamente mestizo de la América española”(2)
Es la obra de Andrés Eloy Blanco una poesía de metáforas sencillas que pulsa la emoción y la manifestación de los sentimientos sin rodeos. El empleo de las imágenes poéticas es de una gran claridad y están respaldadas por la verdad de la vida, las tradiciones, el espíritu de la gente y de la historia. Este canto llano pero con calidad lírica es lo que ha contribuido a que el pueblo venezolano recite por allí:
“He renunciado a ti. No era posible
fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía”
o
“Ayer vino la paloma
que viene todos los días,
ayer se paró en la reja
y comió de mi comida.
Ayer vino hasta mis hierros,
ayer me escuchó tranquila
y digo en el romancillo
las cosas que le decía” (4)
Preocupado por este colectivo del cual el poeta no es sino un eco, adentrado en la esperanza y la muerte, en la sal de lo álgido, en el conflicto y en la risa, Andrés Eloy, asume una postura ante los problemas del ser humano, y lo hace a través de la solidaridad. Más que política, esta voz es solícita con el pueblo pero es también, fuerza de libertad por la que luchó desde La Rotunda, El Castillo Libertador de Puerto Cabello, Valera y el destierro.
La vocación democrática del poeta, su extraordinaria calidad humana y sus condiciones de ciudadano con alto sentido ético de la vida, hacen que la palabra llegue al alma popular como un legado de su espíritu de hombre poeta, más que el de un militante político. De Baedeker 2000, cito:
“Medio millón de hombres
se secaron los pechos
sus gritos de múltiple tono,
sus imprecaciones
sus sarcasmos,
sus quejas,
sus oscuros pedruscos de voz,
y los fueron mezclando
en el sombrero de un hombre”(5)
Mientras espera, llámese vivir el camino andado o la ilusión de la otra orilla, el poeta establece una ruptura con la herencia recibida. Según criterio de José Ramón Medina, Andrés Eloy Blanco es un poeta que creció entre varias tendencias, ésto le da el carácter de poeta de transición , por eso encontramos en sus primeros poemas rasgos modernistas, románticos y vanguardistas. Pero su universo creador, su ambición por captar toda expresión humana, le imprimen a su obra un carácter de amplitud que le hace ir de lo humano a lo divino, de lo histórico a lo geográfico, de lo culto a lo popular. De esta manera, va desgajando posibilidades temáticas que reflejan su preocupación por el país, el ser, el amor, la vida. El yo poético dice:
Nací en una revuelta
viví una Revolución
y me voy por la puerta de un idilio.
Estoy de pie en los campos
que mi calor maduró al fin para los hombres(…)
De la montaña ideológica
quedó una frase de divinidad sustantiva:
“el Hombre es una fuerza que ama”(6)
El poema, Autorretrato, citado anteriormente, refleja claramente el deseo de Andrés Eloy de comulgar con lo humano que le confiere rasgos estilísticos propios. En un sentido, detectamos una tendencia al diálogo y la plasmación de un sentimiento de confianza. Este aspecto hace que el lector sienta las confidencias del hombre auténtico:
“(…) Y el beso familiar a medianoche:
-La bendición ,mi madre.
Que el Señor te proteja…
Y después en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos y tú, madre, a mi lado,
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
!Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia!”(…)(7)
El poeta se compenetra con la colectividad cuando asume la fe como bandera, así, la angustia parece alejarse, el dominio de la negación, también. De esta manera el poeta invoca la confianza:
“Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra” (…)(8)
La confianza está determinada por la absoluta responsabilidad que el escritor asume ante lo social. Este aspecto ha dejado de ser tema para transformarse en una voz. Tomás Segovia afirma: “el poeta ya no habla de lo social, sino en lo social”(9) La fe del poeta se sostiene en su manera de observar la naturaleza, el trabajo, la tierra y en su sentido de la solidaridad. En muchos poemas como “La Hilandera”, “Aparición de Giraluna”, “Caminos” y otros tantos, se siente la hondura de esa intimidad que sella la confianza.
La comunón del poeta con su pueblo se palpa en la presencia del yo que se afirma a través del “otro”. Un yo que se resuelve en nosotros, pero que no sólo se contenta con el otro, -ella, el colectivo-, sino que también se involucra con los espacios, los objetos, las cosas: Para demostrar lo expresado, cito:
“Cuando tú te quedes muda
Cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio”(10)
Y en ese nosotros llegan las voces de los antepasados. En el poema “Iraida Regina Blanco”, de Tierras que me oyeron, el yo poético musita: “Iraida:Estoy pensando en el navío/ que trajo por los mares a tu abuelo y al mío”.Así el poeta habla de los conquistadores, los que vinieron con limones de Granada, los que trajeron claveles de Sevilla. El nosotros se hace con la sangre del yo y la de Iraida, para recordar a los viejos; el que sembró el árbol y el que salvó el ave.
Pero ese movimiento del yo que le permite refundirse en nosotros, también es
expansión. Entonces, el colectivo surge siempre vívido, apostando por una vida mejor y esperanzada, libre y feliz. Planteamiento que no surge de un dogma ideológico sino de una sencilla convicción de ser sensible. Esta sensibilidad le hace imprimir un sello de humanismo a su poesía y no de moralismo, como algunos han señalado.
De cada verso, unido uno tras otro en eslabones libertarios, nace una ética que surge del poeta y cuyo sentido totalizador tiene como lazo unitivo la solidaridad. Porque la poesía de Andrés Eloy no pretende ser sólo un acto comunicador . Sus voces son afirmativas, en el sentido de hacer del deseo una consustanciación con los otros.
Cualquier elemento de lo cotidiano, por muy pequeño que éste sea, pero que pertenezca al oficio de vivir del pueblo, contribuye a cohesionar la obra del poeta cumanés que es la poesía de lo colectivo.
El poeta no es un hombre que se queda en la contemplación. Su humanismo se transforma en acción; toma partido por la vida, la libertad, la justicia, el amor. La voz del amor llega a manera de canto o de elegía. En el primer caso, el yo poético se identifica con el amor -la mujer-y lo considera motivo central de su existencia, otras veces, lo manifiesta con una sensación de fragilidad. Distingue el amor a los padres. Una dirección cósmica-erótica recrea hermosas sugerencias. Cito: “Pensé: -En sus brazos, con Ella,/!romperé, acero tus lazos!/ ¿Para qué quiere una estrella/ quien tiene al cielo en los brazos?”(11) . El amor huele a “desayuno de amor”, “traslación de la sangre”, “apuro de los poros/ con un millón de hambres y un millón de sedes”. El amor es tranquilo, apasionado, reflexivo. La ausencia es un pretexto para configurar el amor. Se tira de los hilos de la distancia, de la soledad y de la espera. El amante, volverá, tal vez, no revestido de corporeidad, sino de aliento para darle un nuevo motivo de canto al poeta, porque en toda ausencia hay una presencia.
La otra manera de revestirse el amor es a través de la elegía, que también revela el sentimiento de la muerte. El poema elegíaco y la reflexión acerca de la muerte tiene sus raíces en castellano en Disputa del alma y del cuerpo del siglo XIII, y en el planto a Trotaconventos que Juan Ruiz incluye en su Libro del Buen Amor (siglo XIV).
Más tarde, las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, le imprimieron jerarquía a este género poético. La tradición elegíaca conserva como ejes centrales: 1) El consuelo que se concibe como una nueva vida. 2) El elogio derivado de una situación postmortal. En el caso de Andrés Eloy Blanco, la consolación está dada por la fuerza del amor, por los buenos recuerdos; en fin, por las huellas. El elogio magnificador crea un espacio fantástico. El poeta no percibe la muerte como algo negativo, la persona muerta, habita ahora lugares de misterio y de bondad, por eso se produce el consuelo. La muerte también adquiere su sentido en la vida, porque es ineludible. Es la vida la que le da verdadero valor a la muerte, porque ésta es su fin. En Andrés Eloy Blanco se perfila un sentido solidario con los hombres que se inscribe en una dimensión colectiva e histórica y va más allá de la muerte
“ Padre mío, perpendicular al suelo,
luminoso de canas,
como el sol en medio del cielo,
a plomo sobre las sábanas
Amigo mío, sin paralelo,
amigo sin codicia y sin celo,
amigo de todas las tardes y de todas las mañanas”(12)
En la elegía a la madre “A un año de tu luz”, la invocación se convierte en una gran energía telúrica y cósmica.
No se puede acallar la voz del prisionero. En sus libros Barco de piedra y Baedeker 2000, el poeta se torna universal cuando proyecta su palabra . Cinco partes componen la obra con nombres de ingrata recordación: La Rotunda, Castillo de Puerto Cabello, Cárcel de Puerto Cabello, El Confinamiento y La Casa de Abel. En el poema “Los grillos me han hecho callos”, se percibe: “Duele un dolor de pobladas,/duele un dolor de dolores;/alguien se queja; en la queja/se quejan millones de hombres/(…) Se podría estar callado,/ callado…pero no puedo!/ Los grillos le han hecho callos/ al silencio”(14).Este poema es reivindicador de la poesía de la prisión y una afirmación de las convicciones democráticas del poeta del espíritu del colectivo, Andrés Eloy Blanco.