El desván de lo oculto
Ayer terminé de leer la novela El desván de lo oculto, del venezolano Álvaro Pérez Capiello. Una extraña sensación quedó entre mis dedos que no conformes con haber estado durante varios días frotando sus páginas volvieron al inicio para repasar brevemente algunos párrafos subrayados. Un joven contador, víctima de unos extraños sueños, descubre con cierta emoción que tal vez la solución a sus graves conflictos existenciales puede surgir de la interpretación de esos sueños, de los mensajes que, vislumbra, tratan de comunicarle. Nos encontramos con un personaje reflexivo, analítico, algo le inquieta, no está contento, ansía respuestas; su sólida educación lo lleva a no conformarse, a buscar, a cuestionarse a sí mismo a través de profundos monólogos, cantos de buena literatura, que develan su sensibilidad, el vacío que le llena, la manera profunda y analítica de ver todo lo que le rodea y, lo más significativo, el agudo poeta que subyace detrás de toda esa personalidad confusa y melancólica.
Cuando su abuela, ya fallecida, se le aparece una noche en medio de un sueño profundo, él se resiste: “Al principio traté de aferrarme a la almohada de plumas, era un intento frustrado de contener la realidad, luego comprendí que debía marcharme, fundirme con la brisa y contemplar mi rostro desde lo Alto como lo hacen los ángeles”. Del cuello de Mamá Luisa pende un medallón que marca el inicio del misterio, el inicio también de las respuestas que persigue el atribulado personaje: “Era una figura compuesta por dos troncos cruzados en ángulos agudos y obtusos formando un aspa… un objeto antiguo y sumamente preciado. Ella tomó el medallón y lo colgó de mi cuello sin decir nada”. Aquella aparición y el hechizo que le inspiraba aquel objeto ya inexistente en la realidad pero grabado en su cabeza con maravillosa exactitud, enfrenta al contador consigo mismo un cotidiano día de trabajo: “Diez años pueden transcurrir sin escándalos en una oficina ajena a los ruidos de la ciudad, a las voces que se recuestan de los bancos de piedra en las esquinas, diez años con el mismo traje y los mismos zapatos, con el llavero de cuero y la corbata a rayas, diez años que buscan asombrarse con los remiendos del pantalón y las mangas arrugadas de las camisas, diez años y ninguna historia digna de ser recordada”. Los cambios no se harían esperar: “Hoy, sin embargo, la oficina luce diferente, hoy otro hombre se sienta a mirar las decoloradas matas de plástico y el viejo gabinete de madera que atesora con celo una cafetera eléctrica y dos paquetes de vasos desechables… Hasta la triste labor de rellenar planillas puede manifestarse como la más excitante de las actividades humanas si tras de ella gravita una idea”.
Su querida Mamá Luisa, la que “sostiene mi brazo por las noches cuando el silencio se levanta”, esta vez le traía un regalo, un medallón con la cruz de San Andrés, un enigma que le llevará meses de largas y agotadoras jornadas de investigación histórica en las que se las verá con temas tan diversos como las Cruzadas, los Templarios, el misterio de la reencarnación… La narrativa de Pérez Capiello nos hala de la mano con firme suavidad hacía Borgoña y nos pasea por “la historia de Francia hasta el advenimiento al trono de la casa de Valois” con la maestría de un historiador experimentado. Finalmente, un viaje que nos transporta al París de hace siglos, única ciudad y tiempo donde encontrará respuestas a las inquietudes que lo atormentan, develará con sorpresiva originalidad un desenlace por demás inesperado.
Heberto Gamero Contín
17-10-2010
Alvaro Pérez Capiello, novelista venezolano. Ha escrito Guardatinajas, Laberinto de ilusiones, El bar de Luso, Entre la verdad y el engaño (Cuentos). Es biógrafo y ensayista