HEBERTO GAMERO: LORD BYRON

Publicamos este relato en homenaje al escritor George Gordon Byron, conocido como Lord Byron, quien nació el 22 de enero de 1788 en Londres y perteneció al movimiento del romanticismo británico. Gracias al escritor Heberto Gamero Contín.

Lord Byron

Descansaba plácidamente en una nube de colores, en lo más alto del firmamento de un mundo lejano, cuando escuché voces que venían desde la Tierra. Claro que las había escuchado antes, desde que abandoné a ese hermoso y maltratado lugar hace ciento ochenta y seis años, solo que ya va siendo hora de que aclare las cosas para que no continúen las conjeturas. Se me acusa de no ser un poeta genuino sino uno producto de mi vanidad, de que el ego regía mi vida, de que utilizaba mi inquebrantable voluntad para figurar ante los demás como el mejor, de que era orgulloso, teatral, violento, dramático, ruidoso; de que con mis versos había ultrajado y ofendido a Inglaterra; se me acusa también de blasfemo, por mi Caín; de haberme apoyado en Pushkin para divulgar mis ideas en Rusia; en Mickiewicz, para hacerlo en Polonia; en Víctor Hugo y Musset, Francia; y en Goethe, para llegar a los alemanes; se me acusa de mujeriego, de intimar con mujeres casadas, de trasgresor de leyes y preceptos, de hacer de la aventura mi modo de vida, de haberme sublevado contra las instituciones, de participar en orgías y fiestas de indecente naturaleza, de que había convertido mi vida en un mito, una vivencia de leyendas admirada solo por jóvenes rebeldes y sin causa; se me acusa de, a propósito, haber llenado mi vida de misterios, de enigmas sardónicos, con la sola intención de provocar la admiración  de los demás y con ello satisfacer mi vanidad; sí, se me acusa de todo ello y de mucho más: de enaltecer la imagen de bandidos y piratas, de excluidos y malvivientes, de agitadores y relegados; de odiar a la humanidad entera, de haber incitado al pecado y a la lujuria; se me acusa de haber propiciado en Nietzsche, cien años después, la revolución del individualismo, de ser un ángel sombrío, un mal ejemplo para los jóvenes que veían en mí algo nuevo, más allá de Werther y René, de Rousseau y Voltaire, tal vez más allá del mismo Goethe; de tantas cosas se me acusa, de que esos mismos jóvenes me han convertido en un dios; más grave aún, de ser enemigo del propio Dios, una suerte de demonio que fue a la tierra para destruir cuanto se hubiera creado; de vivir a mi manera, de respirar, de ser un renegado en mi propia tierra, de haber estado en Italia y Suiza con vanos objetivos; se me acusa de reaccionar como un animal cuando alguien hería mi vanidad con una crítica, de mis terribles sátiras contra los que consideraba mis enemigos, de humillar a Southey, a lord Castlereagh, a la Edimburgh Review y a tantos otros quienes se burlaron de mis primeros versos: The Hours of Idleness; dijeron también que escribí Manfred para competir con el Fausto de Goethe, mis dramas para que los comparasen con los de Shakespeare, y Don Juan, para desplazar a Dante y a su Divina comedia. Y todo lo hice con el objetivo de hacerme grande, afirman muchos, para que el mundo entero me conociera e idolatrara. Ah, se han dicho tantas cosas de mí. Se ha dicho también que incursioné en la política y en la guerra por las mismas fútiles razones: vanidad y egolatría; que no tuve amigos por considerarme superior a todos, que solo aceptaba la amistad de los grandes artistas, políticos o intelectuales, si es que eso me servía para algo, para alcanzar mi objetivo de figuración y alabanzas. Por último se dice que ya pasé de moda, que mi poesía cayó en el olvido, que Hölderlin y Keats perduran mientras que yo me hundo en un irremediable vacío, que soy más un símbolo de rebeldía, un héroe del pasado, que un escritor famoso.

Se me acusa de todas estas cosas. Pero, pensándolo bien, no haré aclaratoria alguna. Y no lo haré porque todas son ciertas, o al menos la mayoría de ellas. La verdad es que me siento muy bien flotando en este mundo de nubes de colores. Ya tienen mis poemas, que sigan las críticas y las conjeturas, ya no me afectan… ¿Mi vida en la Tierra?, no me quejo, fue corta pero intensa. ¿Y mi vanidad?, ¡ja!, ahora sé de dónde viene… así que, ¡patrañas, sigo siendo el más grande poeta de todos los tiempos!

 

Heberto Gamero Contín

Del libro “Escritores”, 2015

Heberto Gamero Contín (Venezuela, 1952). Galardonado con importantes premios literarios en su país (Concurso Anual de cuento del diario El Nacional 2008 y finalista en el mismo concurso en 2011), ha publicado Los zapatos de mi hermano (Editorial Equinoccio de la Universidad Simón Bolívar, 2010), Cuentos de pareja y otros relatos (Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2010), Caracas-Ushuaia (Monte Ávila Editores, 2012), Taller Aprende a escribir un cuento (Círculo de Escritores de Venezuela, 2015), la trilogía sobre Escritores, Pintores y Músicos (Cersa Editorial, España 2016). Otras publicaciones: Inventores, Dos regalos, Más allá de una marca, Tras la puerta de abril y Quién dijo que Dios no sabe de negocios.

Durante diez años dictó talleres y conferencias a beneficio de la Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC). Actualmente reside en Madrid.

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