Poesía de Lidia Salas: Sedas de otoño

LIDIA SALAS: SEDAS DE OTOÑO

Por Carmen Cristina Wolf

El poemario Sedas de otoño de la escritora Lidia Salas,  editado por el Taller  El Pez soluble (2006) es de frecuente lectura, en voz alta, en el salón donde se reúnen mis amigos. Sus versos traen lejanas reminiscencias y el título del libro evoca ambientes femeninos de otros siglos. No obstante, al leerlos encontramos la mirada escrutadora del escritor ante la realidad contemporánea. Lidia Salas nació en Colombia y eligió a Venezuela como lugar de residencia.   Ha dedicado buena parte de su existencia a la escritura y a la enseñanza. Estudió Filología e idiomas en la Universidad del Atlántico de Colombia, y es Magister en Literatura de la Universidad Central de Venezuela. Es autora de los poemarios Arañando el silencio, Mención de Honor del Primer Concurso de Poesía Libre de la Universidad de Córdoba, Colombia (1984). Coautora, con la escritora venezolana Elena Vera, de la Antología Quaterni Deni.  (1992).  Su poemario Mambo Café, recibió Primera Mención en el  Concurso de la I Bienal del Ateneo Casa de Aguas (1994). Su libro Venturosa es Premio Único Mención Poesía del VII Concurso Nacional del IPASME (1995). La obra Luna de Tarot  (Ediciones Círculo de Escritores de Venezuela. 2000) fue llevada al teatro por  José Tomás Angola. El poemario Itinerario Fugaz fue publicado por la Universidad Nacional Abierta en el 2008. Lidia Salas forma parte de la Junta Directiva del Círculo de escritores de Venezuela.

La obra poética de Salas revela la comprensión de la  soledad y una profunda  búsqueda metafísica. Aun cuando leerla despierta hondas emociones, por la manera como registra  la sensualidad  y las atmósferas, su escritura no es un simple cúmulo de experiencias íntimas. Cada poema traspasa lo visible y atisba el instante sagrado de la revelación. Sin ser una poesía discursiva, hay una irrupción filosófica en algunos de los versos, eso que María Zambrano llama  “del ver en el pensar”. Lidia Salas se deslastra de conceptos y posiciones religiosas, mas toda su obra destila una cosmovisión espiritual. Leamos este fragmento del poema Hojas al viento: “¿De dónde llega el viento /exhausto de aromas y hojas secas? / Estremece las vidrieras de mi alma / con su ráfaga de primavera en ruinas. (…) ¿Soy la que descifra el susurro / sutil de la hojarasca / o esa otra que mañana al despertar / nada sabrá del temblor de la hermosura?” (…) Estos versos expresan  el misterio de las cosas tangibles que son capaces de tocar el alma. En este primer poema de Sedas de otoño asoma el orden sagrado atravesando los sentidos, el alma, la esencia de la naturaleza humana.  El viento, impregnado de aromas y hojarasca, estremece “las vidrieras del alma”, como define Lidia Salas la presencia de lo divino en ella misma.
El ser humano lleva en su mente un mundo fragmentado, se encuentra ante un ser casi desconocido, él mismo, que se debate ante circunstancias no solicitadas, siempre cambiantes. Aunque no se plantee conscientemente interrogantes existenciales, tales como ¿adónde voy?, ¿quién soy?, se pregunta sobre los sucesos y acontecimientos que le toca transitar, y  en cada paso surge la interrogante, ¿qué haré conmigo mismo? El poeta que logra atesorar el lenguaje como el mayor de todos los bienes, según escribía Hölderlin, atestigua en sus versos lo que “es”. Un poema, Jazz,  da cuenta  de este mar de incertidumbre:
“Jugar irremediable / el sonido lascivo de sus voces. // Te arrojan / en ese último reflejo de la noche desnuda.  // Descubres / el hondo desconsuelo de estar vivo. // Indefenso / ante tu corazón que danza en solitario.”
La poeta sabe ejercer con nobleza su “Oficio de Maga”, tal es el título de uno de sus poemas: “Me acecha la magia de este oficio / de trenzar palabras / la soledad, ese ejercicio de morir viviendo, / la belleza y el amor que es otra forma / de aprehender el latido de Dios.” Su poesía es “escritura de aguas que fluyen / a la nada del silencio. Pétalos de seda / para cubrir las íntimas derrotas.”
La sociedad le plantea al ser humano constantes problemas y desafíos: Cómo evitar la delincuencia, las drogas, la niñez abandonada, la pobreza, las guerras. La sensibilidad del poeta ante el sufrimiento, se pone de manifiesto en  el poema Heredad:
“Habitamos los días de la oquedad. / Horas de oscuro y de escorpiones. / Vivimos desahuciados del sueño, cabizbajos. / En las alforjas nuestra ración de llanto / y de vergüenza. / (…) El silencio es el lenguaje de los humillados. / En el azogue de su locuacidad no se refleja / la línea incierta de tanta quebradura / en sus espejos, los oropeles del poder / y de sus mercaderes. ” La poesía que trasciende las quebraduras del tiempo es capaz de dejarnos “ver” lo más terrible de una manera hermosa e incomparable. En todos sus libros, Lidia Salas logra desgarrar al lector sin palabras estruendosas, delicadamente: “¿Quién habita este cuerpo / tan frágil en manos del tiempo / que desgasta? /¿Quién me sueña / en esta extraña canción de mis adentros?” (Del poemario Venturosa).

“El poeta atisba ese otro tiempo del mañana”, así escribe Lidia en Sedas de otoño. La tierra le sirve de soporte vital y la sorprende con sus  piedrecitas luminosas, con sus rocas de sal y sus lloviznas que son un regalo para el caminante. La atracción del abismo no es lo bastante fuerte como para extraviar el paso al encuentro de lo iluminado. Siempre habrá en estos versos una patria donde guarecernos del extravío y del miedo. Porque para Lidia Salas el poeta atisba ese otro tiempo de elevar la mirada hacia el horizonte del alma, ella no  queda prisionera de lo efímero. Se va tras la Palabra que es manifestación de la Conciencia, Luz y promesa en la penumbra del tránsito vital.

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2 comentarios

  1. Felicitaciones mi querida amiga…Dios bendiga esa mente prodigiosa…para que siga deleitándonos con tan hermosos versos llenos de amor y sentimiento…Fuerte abrazo..

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